¡Inmenso abismo es el dolor humano!
¿Quién vió jamás su tenebroso fondo?
Aplicad el oído a la abra oscura
de los pasados tiempos... Dentro cae
lágrima eterna. A las inermes bocas
que en otra edad movió la vida nuestra
acercaos curiosos... ¡Un gemido
sale temblando de los blancos huesos!
La vida es el dolor. Y es vida oscura
pero vida también la del sepulcro.
La materia disyecta se disuelve;
el espíritu eterno, la sustancia,
no cesa de sufrir. En vano fuera
esgrimir el acero del suicida.
El suicidio es inútil. ¡Cambia el modo,
el ser indestructible continúa!
¡En ti somos, Dolor, en ti vivimos!
La suprema ambición de cuanto existe
es perderse en la nada, aniquilarse,
dormir sin sueños... Y la vida sigue
tras las heladas lindes de la tumba.
¡No hay muerte! En vano la llamáis a voces,
almas sin esperanza. Proveedora
de seres que padezcan, la implacable
a otro mundo nos lleva. No hay descanso.
Queremos reposar un solo instante
y una voz en la sombra dice: ¡Anda!
Sí: la vida es mal. Pero la vida
no concluye jamás. El dios que crea
es un esclavo de otro dios terrible
que se llama el Dolor. Y no se harta
el inmortal Saturno. Y el espacio,
el vivero de soles, lo infinito,
son la cárcel inmensa, sin salida,
de almas que sufren y morir no pueden.
¡Oh, Saturno inflexible, al fin acaba,
devora lo creado y rumia luego,
ya que inmortales somos, nuestras vidas!
¡Somos tuyos, Dolor, tuyos por siempre!
Mas perdona a los seres que no existen
sino en tu mente que estimula el hambre...
¡Perdón, oh Dios, perdón para la nada!
Sáciate ya. Que la matriz eterna,
engendradora del linaje humano,
se torne estéril... que la vida pare...
¡Y ruede el mundo cual planeta muerto
por los mares sin olas del vacío!
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