De veras quisiera estar muerta.
Al dejarme, vertiste muchas lágrimas,
y decías: ‘¡Ay, qué pena tan grande, Safo,
créeme, dejarte me pesa’.
Y yo te contesté: ‘¡Ve en paz y recuérdame!’.
Pues sabes el ansia con que te he amado.
Y cuánto gozamos. A mi lado,
muchas coronas de violetas y rosas
te ceñiste al cuerpo, y alrededor
de tu cuello suave, muchas guirnaldas
entretejidas que hicimos con flores.
Y con un perfume precioso y propio
de una reina, frotabas tu cuerpo.
Y en blandas camas pudiste saciar tu deseo.
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