Señor Dios mío: no vayas
a querer desfigurar
mi pobre cuerpo pasajero
LOPEZ VELARDE
Amada, no destruyas mi cucerpo,
no lo rompas, no toques sus costados heridos.
No me lastimes más.
Me deuele el pelo al peinarme.
Duéleme el aliento.
Duéleme el tacto de una mano en otra.
No destruyas mi cuerpo
pensando en sus miserias:
doliendo a pierna suelta
se destruye él solo, amada,
como si creciera hacia una lanza
clavada en la cabeza.
Ya me destrozo, mira, no hieras,
suelta el arma, detente,
no pienses más, no odies,
dame una sola tregua;
deja de respirar dos líneas de mi aire
para que se corrompa en paz esta carroña.